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jueves, 4 de enero de 2018

Escuela, familia y sociedad: la ruptura de un consenso.

El profesorado siente que la sociedad hace caer sobre los hombros de la escuela la responsabilidad de dar una respuesta adecuada a todas las tensiones y conflictos que están generando las rápidas transformaciones económicas, sociales, culturales. Se espera de la escuela que resuelva prácticamente todos los problemas que preocupan a nivel social: paro, violencia, degradación del medio ambiente, xenofobia… La escuela se está convirtiendo, sin desearlo, en una especie de “campamento” o “parque temático” de la transmisión de unos valores cuyo brillo social es inversamente proporcional a la distancia que nos aleja del recinto escolar.

La familia ha experimentado cambios sustanciales en su estructura y relaciones que necesariamente habrían de dejarse notar en las relaciones con la institución educativa. Las dificultades entre familia y escuela ocupan gran parte de la preocupación actual de los docentes y se presentan como una de las principales dimensiones del problema. La familia sigue siendo la instancia socializadora más cercana a la institución educativa.

En las relaciones escuela-familia, la opinión unánime de los docentes subraya una actuación y actitudes insuficientes por parte de los progenitores, a los que describen como “desorientados” y “perdidos” ante la labor educativa. Entre las familias hay una tendencia generalizada a adoptar una actitud que podría clasificarse de “clientelar”, y que sitúa la relación con la escuela más en términos de exigencia que de confianza y colaboración. Esa exigencia conlleva la idea más o menos explícita de la escuela como proveedora de servicios y responsable última de ellos.

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El desencuentro entre la escuela y la familia viene marcado igualmente por una ruptura del consenso en la tarea educativa, que para el profesorado tiene sus efectos en varios frentes. En una sociedad individualista y competitiva, donde lo importante son los resultados y el éxito personal, los padres desean que la escuela ponga a sus hijos en el camino del éxito, no del fracaso. La sociedad premia y exige una fuerte preparación, la competitividad y la lucha individual por la supervivencia.
Es cierto que se perciben unas relaciones familiares más democráticas, en las que el diálogo, la tolerancia y el consenso son los valores dominantes y la senda por la que transcurre la vida familiar y las relaciones padres-hijos. Pero, al mismo tiempo, la nueva organización de las familias, la falta de tiempo de cuidado y la crisis de los modelos educativos familiares en un entorno dominado por el relativismo y la fragmentación ética, está teniendo como efecto perverso la impotencia de los padres a la hora de poner límites a sus hijos.

La “debilidad educativa” de la familia se torna en impedimento para el desarrollo equilibrado de los jóvenes y favorece una serie de actitudes que chocan frontalmente con aquellas que se quieren transmitir en la escuela. Esta actitud lleva a los padres a ver en el profesorado no tanto un colaborador sino un “corrector” de su labor como educador. Esto quiebra las bases de la relación y el entendimiento
entre ambas instancias.

UsateguiBasozabal, E., & del Valle Loroño, A. I. (2009). Escuela, familia y sociedad: la ruptura de un consenso. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos (México), 39(1-2), pp. 171-192.

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