Las relaciones entre las familias y la escuela deben situarse en un contexto histórico
e institucional. Más concretamente, se inscriben en la articulación entre dos instituciones,
la escuela y la familia, con asimetría de poder y en un contexto social y político
que las sitúa en el debate entre intereses públicos y privados.
Si miramos atrás, la escolarización universal es una invención relativamente reciente
y el desarrollo de los sistemas educativos que la hacen posible aún más; por otro lado,
en los sistemas educativos con vocación universal no siempre se ha considerado necesaria
la implicación de los progenitores en la escuela y, cuando lo es, no se lleva a cabo
sin resistencias, como pondrá de manifiesto Mariano Fernández Enguita en el primer
texto. De ahí que la relación entre familia y escuela pueda ser vista todavía como una
cuestión pendiente. Aunque deben considerarse espacios yuxtapuestos, a menudo lo
que se percibe es la separación, la distancia, cuando no el conflicto, entre ambos. Y
esto comporta que el territorio de la escuela y el de la familia se vigile, se controle, por
la amenaza de invasión o intrusión. Por ello, Dubet afirma que existe una paz armada
entre escuela y familia y pone en evidencia, como otros, el uso de vocabulario bélico
para referirse a esta relación. Frecuentemente se cree necesario establecer un nuevo
contrato entre familias y escuela para reconducir una situación en la que la escuela
debe potenciar la implicación, los docentes mantener su derecho a ejercer libremente y
los progenitores a defender sus intereses y los de sus hijos.
Garreta, J. (2007). Relación familia-escuela. Universitat de Lleida.
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